miércoles, 1 de marzo de 2017

Hasta cuando duermo




Duermo boca arriba, Bella Durmiente con pijama de felpa y tapones en los oídos, y ese viejo antifaz para un vuelo sin jet lag. Se está calentita aquí. No quiero que me despierte la claridad de la mañana.

Boca abajo, con los brazos a lo largo del cuerpo, el cuello en posición forzada, buscando aire para respirar, porque todavía estoy viva: solo estoy durmiendo.

Casi al borde, mientras abajo nadan los tiburones y un solitario calcetín busca a su compañero.

En el centro exacto del colchón, en la línea en que se cruzan los límites, en donde puedo estar o huir, y donde elijo estar y huir.

En la cuna, mi sonajero está lejos, pero casi, casi lo alcanzo… Mamá no está. En su vientre era distinto; oía sus latidos, nos sentíamos. Me dormía al compás de su corazón.

En el camarote, junto al ojo de buey que parece la luna que se acerca a contemplarme. Estoy en la litera de arriba, casi tocando el techo, y sueño con volar a pesar de que toca navegar.

En otra litera en el tren nocturno, entre viajeras más feas que yo. Al amanecer, sentada, con la frente apoyada en la ventanilla, miro mi reflejo en el cristal sin apenas ver ese paisaje deslumbrante al otro lado. Recuerdo mi sueño: me pincho con el huso de una rueca.

En el bus del cole, con el gamberro de siempre dándome patadas en el respaldo; en realidad debo de gustarle un poco. Amor y dolor: nunca puedo distinguirlos muy bien. Lo miro y no siento nada. Le dedico una sonrisa. 

Y el primer amor llega en un sueño. Él es un príncipe hermoso y bello, casi tanto como yo. Le sonrío con la más perfecta de las sonrisas. Duermo junto a él, abrazada a su espalda fuerte, al abrigo de hombros redondeados y musculosos, la muralla de nuestro castillo de cuento de hadas. Cierro los ojos a lo que no sea mi sueño de él. 

Pero me despierto de lado, en el que siempre fue su lado, hecha un ovillo, con las sábanas cubriéndome como una mortaja.

Me tumbo en el banco del parque y nadie me mira, nadie se apiada; yo me fijo en ese hombre brotado del otro banco que les cuenta su vida a las palomas. Si me mira, le sonreiré. Ellas son sus hadas madrinas.

Al cabo de cien años, ¿qué pasará?

Conservo las cartas de los distintos príncipes encantadores que se acercaron a mi morada entre las zarzas. Las uso para llenar el tiempo hasta la hora de las pastillas; y dudando de si ya las he tomado después de todo, porque siento mucho sueño.

En el hospital, conectada a muchos cables, no me tengo por qué mover; solo dejar pasar las horas, dejarme ir. Sí, no hay nada que temer. Es cuestión de seguir soñando.

Y sueño que voy en el coche mientras él conduce, y de vez en cuando me hace una caricia en la rodilla, justo bajo la falda, y me imagino ser quizá el destino real del viaje.

Y sueño que estoy en el cine. Las películas que le gustan a mí me dicen poco. Pero él me mira cuando acaban, para ver si me he dormido. Me mira. 

Se está tan calentita en ese lugar. En su mirada.

Quiero que me mires, dicen mis ojos, mi sonrisa, todo mi cuerpo.

Quiero que me mires hasta cuando duermo.
Aunque sea en tus sueños.




7 comentarios:

  1. Una belleza: el ritmo, el sonido de las palabras escogidas, la realidad sugerida, y deseada. Premio. Pese al sueño, la espera en sueño, hay luz, y la realidad mostrada a través de un velo que no oculta sino que muestra como a través de un tul. Poesía en prosa, prosa poética. Un hallazgo.

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  2. me encanta tu ritmo mujer bella
    tus letras son verdades que me deleitan cuando las leo

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  3. Me gusta como narras, la historia es toda vida.
    Abrazo

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  5. Muchas gracias por los comentarios. La imagen es del pintor británico victoriano Frederick Leighton, se llama 'Flaming June' y aquí hay más info sobre ella (tiene una historia muy curiosa):
    https://www.rbkc.gov.uk/subsites/museums/leightonhousemuseum/flamingjune/flaming.aspx

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