Al pueblo había llegado
una mujer, llena de pañuelos de colores, baratijas, olor a incienso, y hierbas
que parecía beber compulsivamente cuando no estaba fumando su pipa a la puerta
del mercado. Llevaba allí unos quince días cuando una mañana levantó un simple
tenderete de tela roja, muy fina, tanto que quien estaba en el interior podía
ver lo que pasaba fuera y viceversa.
A la entrada del llamativo
tenderete colocó un cartel que rezaba: "Haré que tus deseos se hagan
realidad". Más por curiosidad que por creencia, entró, a los dos días, uno
de los vecinos del pueblo. El carnicero. Ella lo miró sin pestañear, lo había
visto por el mercado como a casi todos los habitantes, sabía quién era pero teniendo
en cuenta que llevaba delantal y olía a animal muerto, podría haberlo deducido
fácilmente. El carnicero se sentó en la silla que le ofreció frente a ella.
Como muda intermediaria, una mesa redonda.
Dio una calada a su
pipa, impregnó el aire con olor a menta y le preguntó sin rodeos:
─¿Cuál es
su deseo?
─¿Es una
pitonisa? ¿Adivina el futuro?
─Ni lo
uno, ni lo otro. Soy una viajera con un pequeño don que suelo compartir, haré
que su deseo se haga realidad. ¿Qué desea?
─Deseo
tener mucho dinero para poder ampliar mi negocio y permitirme tener un
ayudante. Estoy muy cansando.
─¿Eso es
todo?
─Sí.
─Bien,
ahora haré lo siguiente ─se levantó y bordeó la mesa aproximándose a él─ voy a
escribir cómo lograr su deseo en la palma de su mano. Lo escribiré con esta
preciosa pluma ─apareció de la nada, en su mano derecha, una pluma de vívidos
colores acorde con el escenario donde estaba transcurriendo la extraña escena,
o eso pensó el carnicero─. Debe darse prisa en leer lo que escriba, puesto que
la tinta se borrará en tres segundos.
─¿Qué?
─ella tomó su mano, y girándose la ocultó con su cuerpo a la vista del cliente
mientras escribía todo lo necesario para que él consiguiera hacer realidad su
deseo. Al acabar volvió a girarse y colocó la palma de la mano del carnicero a
la altura de sus ojos. Él, medio aturdido, por lo raro de la situación, alcanzó
a leer algunas frases escritas en una enjuta letra que a pesar de todo era
fácilmente legible: "Comprar un traje y jabón en la tienda frente a la
carnicería y solicitar ayuda a la mujer..." y justo entonces se borró todo
lo escrito.
─¿Qué? No
puede ser. No he podido leerlo. Además, ¿qué tiene esto que ver con mi deseo? Dejar
la carnicería para comprar no sé qué... Eso solo haría que perdiera clientes y
dinero. ¡Es una estafadora! ¡No tiene ni idea de cómo hacer que mi deseo se
haga realidad!
─Disculpe,
señor, pero ya le adelanté lo que iba a pasar y el tiempo del que disponía. No
sé qué tiene que ver con su sueño ─dijo con su mirada gatuna─ pero es lo que la
pluma ha escrito y ella no se equivoca.
─¡No
pienso pagar por esto!
─Pero si
ya lo ha hecho, señor ─y le enseñó un par de billetes que desaparecieron al
instante entre sus dedos. El carnicero estaba más asustado que enfadado por la
pérdida del dinero, y se palpó el bolsillo para asegurarse que su cartera
estuviera en su sitio, pero pudo localizarla, en un segundo intento, en el
bolsillo contrario. Se levantó titubeante y antes de irse se giró de cara a la
señora que había vuelto a su asiento al otro lado de la mesa redonda, y le
preguntó:
─¿De
verdad eso hará mi sueño realidad? ─ella le guiñó un ojo como respuesta.
Una semana
más tarde, otro vecino del pueblo entró en el tenderete y la escena se repitió.
Muchos de los habitantes cruzaron el tul rojo de la entrada, cada uno con su
deseo, cada cual con su anhelo. Y la "Gran Señora", como empezaban a
apodarla, mantenía su pluma al servicio de todos ellos.
Muchas
semanas pasaron desde que se instalara allí, y una tarde, en la cantina del
pueblo, el carnicero, absolutamente transformado: barba recortada, peinado con
limón y el delantal impoluto a juego con sus inmaculadas uñas, les contaba a
los que aún no habían acudido a visitar a la Gran Señora, cómo esta había
cambiado su vida.
─Pero, ¿tú
que deseo le dijiste? Porque el mío no se ha cumplido. Bueno, al menos no como
yo esperaba.
─La Gran
Señora, sabe cuál es tu deseo aunque no se lo digas ─comentaba otro
parroquiano.
─La Gran
Señora, sabe cuál es tu deseo aunque tú no lo sepas ─proclamó otro adepto de la
mujer. Y así, uno tras otro, iban ensalzando sus buenas artes.
Había
llegado, hacía muy poco, un forastero al pueblo, que en el aquel momento
escuchaba atento las historias. Tras un rato escuchando a esa buena gente, por
su cabeza cruzó la idea de desenmascarar a aquella farsante, no estaba bien
aprovecharse de la gente sencilla, alguien como él debía evitarlo. Así que le
pidió al carnicero que le contara su historia con detalle. Cuando el complacido
narrador acabó, el forastero le indicó:
─Pero no
ha ampliado su negocio, ni ha conseguido un ayudante. ¿Cuánto hace que visitó a
la señora?
─La Gran
Señora ─puntualizó el carnicero─ La visité hace unos cinco meses o así.
─Entiendo.
¿Y le dijo cuándo se haría realidad su deseo? Porque por ahora nada, ¿no?
─Bueno,
sí, pero no. Después de seguir su consejo y acudir a la tienda y todo lo demás
conocí a la que ahora es mi mujer, y esperamos un hijo ─añadió con una sonrisa
que no le cabía en la cara.
─¡Entonces
va a ser incluso más pobre que antes!
─Eso,
señor, depende de cómo mida usted la fortuna. Además dentro de pocos meses
tendré al que será mi ayudante ─volvió a sonreír y su sonrisa se extendió desde
los ojos a todo el rostro─ puede, incluso, que más de uno.
─¿De
verdad no se da cuenta de que ha sido engañado?
─¿Engañado?
Si esto es un engaño, que vengan muchos más como este.
Dejándolo
por imposible, el forastero, lanzó un cebo diferente:
─¿Y cómo
cree que lo hace?
─¿El qué?
─Adivinar
los deseos de la gente.
─Es por la
pluma de "tinta rápida". Bueno, al menos nosotros la llamamos así.
─La pluma.
No me lo creo, ella dirige la pluma, debe haber algo más, y yo voy a
averiguarlo.
Todos se
quedaron boquiabiertos ante la osadía del forastero. Tal vez podría descubrirlo
pero, ¿y si eso molestaba a la Gran Señora y se iba? Nadie estaba de acuerdo
con esa temeridad.
**
Un brillo
de advertencia destelló en la mirada de la Gran Señora cuando el desconocido
entró en su tenderete, pero no dejó que esa expresión fuera más allá de sus
ojos.
─Bienvenido
al pueblo ─le saludó mientras fumaba su pipa.
─Gracias,
¿ha oído hablar de mí?
─En
realidad no, pero sé que no es de aquí.
─Ya veo
─realizó una pausa, pero al ver que ella no iniciaba la conversación, sino que
se limitaba a observarlo, continuó─ Vengo para que haga realidad mi deseo.
─Su deseo
─repitió mientras exhalaba el humo─ ¿Y cuál sería?
─¿No puede
adivinarlo? En el pueblo se dice que usted revela, a quién le pide ayuda, su
verdadero deseo.
─No soy
responsable de lo que se dice en el pueblo sobre mí, solo puedo convivir con
ello. Y tampoco adivino los motivos que tiene la gente para venir a verme
─utilizó la palabra motivo adrede, pero el forastero no se inmutó al respecto.
─Entiendo
─otro silencio acompañó a sus palabras. Ambos se estudiaban con cautela, preparando
el siguiente envite. Pero esta vez fue ella quien rompió el silencio:
─¿Quiere
un té?
─No me
gustan los brebajes extranjeros.
─¡Vaya!
Eso sí que no me lo esperaba. ¿Teme que lo envenene con mi té? ¿O tal vez que
lo drogue? ─preguntó perspicaz.
─Puede.
─¿Quiere
que beba de su taza primero?
─No, aun
así no sabría si puedo fiarme de usted.
─Un
desconfiado y curtido viajero, por lo que veo.
─No se
debe aceptar comida ni bebida en el hogar del enemigo ─citó la frase que había
aprendido en aquel libro cuyo nombre no podía recordar.
─¿Somos
enemigos?
─Tal vez
solo contrincantes.
─Aprecio
la corrección ─sonrió.
─Deberíamos
entrar en materia, ¿no?
─Usted
dirá.
─Mi mayor
deseo es conocer su secreto.
─¿Y para
qué querría saber eso? ─esbozó una cínica sonrisa.
─Tal vez
para levantar un tenderete justo a su lado, tal vez porque me gusta conocer los
secretos de la gente.
─Tal vez
para desenmascarar a una timadora ─escrutó.
─Tal vez
─concedió.
─¿Está
seguro que ese es su verdadero deseo?
─Sí.
─Como
desee. Supongo que conoce la rutina y el tiempo del que dispone.
─Sí, lo
sé. No se preocupe, vengo informado ─sonrió con malicia. Era evidente lo que
debía hacer, si la tinta solo permanecía tres segundos en su mano, debía
empezar a leer por el final, así sabría lo que quería.
La Gran
Señora, se levantó acompañada de un suave movimiento de su ropa de seda, dejó
su pipa en la mesa y salvó la distancia que la separaba del forastero.. Cogió
su mano e interpuso su cuerpo entre ella
y la mirada inquisitoria de él. La pluma surgió de su mano, pero el forastero
no le hizo el menor aprecio, seguía intentado atisbar cualquier rastro de las
letras que le iba a escribir en la palma de la mano. Ella alzó una ceja y se
dispuso a darle exactamente aquello que quería. Cuando acabó, el tiró de la
mano sin miramientos y empezó a leer desde el final hacia arriba: "Pero
aquello no le hizo feliz". "Así fue como descubrió el secreto de la
señora" "Y entonces lo supo
y las piezas encajaron"... Y la tinta desapareció.
─¿Qué es
esto? No he podido leer nada.
─Pues qué
raro, porque estaba escrito la mar de claro.
─Solo leí
que descubrí su secreto, pero no cómo.
─Pero es
imposible, estaba todo ahí, al principio ─dijo con sorna la última palabra y
sonrió para sus adentros.
─Sabía que
iba a leer desde el final y lo ha hecho a propósito ─reclamó indignado.
─¿Cómo iba
a saber yo, una estafadora, tal cosa? ¿Empezó a leer desde la última frase y
siguió hacia arriba? ─negaba con la cabeza a modo de fingido regaño─ Quiso
hacer trampa y mire lo que le pasó.
─Quiero
hacerlo de nuevo.
─No se
puede. Solo hay una oportunidad.
─No quiere
que lo averigüe, ¿cierto?
─Pero si
ya lo ha hecho, solo que no se da cuenta, igual que no supo leerlo
correctamente.
─¿A qué se
refiere?
─La gente
como usted jamás estará satisfecha con lo que tenga o averigüe. No quiere
conseguir lo que desea. Ni si quiera sabe lo que desea ─él la miró escéptico─
¡Oh, vamos! No le importa nada mi secreto, seguirá viviendo igual lo sepa o no.
Solo quiere ganar, le da igual cómo.
─¿Qué está
insinuando?
─La gran
mayoría de la gente no sabe lo que quiere, lo aprende mientras persigue
objetivos equivocados. ¿Cree que si le hubiera dicho al carnicero que lo que
necesitaba era un motivo para esforzarse, lo habría aceptado de buen grado? Si
le hubiera dicho que sería rico, siendo más pobre ¿me habría creído? Pero
mírelo ahora.
─¿Está
admitiendo que no puede hacer realidad los deseos? Es una farsante, lo sabía,
lo sabía.
─Y supongo
que eso lo hace inmensamente feliz.
─¿Qué? ─Y entonces lo supo y las piezas encajaron.
Así fue como descubrió el secreto de la señora. Pero aquello no le hizo feliz.
Tus textos dejan un sabor de misterio en la mente del que lo lee
ResponderEliminarLa gran mayoría de la gente no sabe lo que quiere, lo aprende mientras persigue objetivos equivocados. Es tan cierto y real lo que dices porque me pasa y sigue pasando
gracias por tus comentarios bella dama
Recomenzar. Gracias a ti por pasarte por mi otra casa virtual.
ResponderEliminarBesos
Esa señora con una mirada entendía a las personas.
ResponderEliminarBesos
Chaly, observar es tener media batalla ganada.
ResponderEliminarBesos
Inteligente cuento con moraleja. No empezando por 'érase una vez' debo entender que no hay nada pactado y que ese terreno de la fantasía tiene truco.
Me voy no sabiendo si lo que sé me hace feliz o infeliz... o todo lo contrario. Eso si, escribes bien, eso si me hace feliz.
Por cierto ¿que fue de la dama del tenderete? ¿Montó una multinacional?
un beso descastigado.
· LMA · & · CR ·
Me ha encantado este relato. Profundidad psicológica y perfume a cuento tradicional, envuelto en té de menta y tabaco de pipa.
ResponderEliminarÑoco, a mí me hace feliz verte por aquí. La mujer del tenderete (cual Mary Poppins) seguirá su camino y conocerá otros pueblos y sanará otros destinos. Curtida viajera. Besos de cristal. :p
ResponderEliminarNinqisse: Me gusta el perfume que te deja el texto. A la espera del tuyo. ;)
Siempre deseando más cuando termino de leerte.
ResponderEliminarUn fantástico cuento con una moraleja potente como si de un bofetón de realidad se tratase.
Y sí, ya lo sabes, soy muy fan de como escribes :P
Gea, estrenándote en comentar. Me hizo ilusión que te pasaras aunque fuera a recibir "un bofetón de realidad"
ResponderEliminarBesos
Me ha gustado, y quizás por la situación de la llegada de ella, me ha recordado un cuento que amo que es Dos Palabras de Isabel Allende. Felicitaciones
ResponderEliminar¡Nata! ¿Dos palabras? me avergüenza decirlo pero no recuerdo haberlo leído, raro. ¿En cuentos de Eva Luna? Me voy a preguntarte a otros lugares. Gracias por leerme, y si te gustó viniendo de ti mucho mejor.
ResponderEliminarBesos
Muy sabia la mujer del tenderete, porque nadie puede hacer una lista real de sus deseos sabiendo de antemano que si se cumplieran le harían feliz.
ResponderEliminarDescubrimos la felicidad al azar. Una vez conocí a un hombre tan rico que no tenía ni que trabajar. Parecía tenerlo todo, pero no era feliz, y en el tiempo que hice un trabajo para él descubrí por qué. Todas sus carencias eran de índole afectiva.
Me encantó el personaje y toda la parafernalia con la que lo has "vestido". Muy visual y atractivo.
Me gustaría que esa pluma mágica escribiera que no nunca le pasará nada grave ni muy doloroso a las personas que amo, eso sería mi felicidad.
Un beso,
Tesa, ya sabes, la pluma está al alcance de la mano de cualquiera. Espero que seas feliz. :p
ResponderEliminarBesos
Bonita historia, de las que enganchan desde el principio. Y como todo buen cuento con una buena moraleja. Ya se sabe, ten cuidado con lo que deseas que a lo peor lo consigues...
ResponderEliminarBesos.
Una pluma mágica, un tiempo breve, un camino lleno de curvas y al final, lo que deseas, parece que la Señora conocía un poco las reglas para vivir.
ResponderEliminarHermosa historia, gracias por ella
Elvis, que bueno verte también por aquí. (Siempre bienvenido)
ResponderEliminarGracias por el comentario.
Besos
Pilar V, como bien dices, conocía las reglas, a ver si sabemos seguirlas.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte.
Saludo
No se puede ser adivina sin ser un poco psicóloga :) a veces queremos creer, otra veces queremos soñar y otras, simplemente, que nos digan lo que tenemos que hacer porque nos aterra pensar... un buen relato, gracias
ResponderEliminarBeauséant, me alegra leerte también por aquí. Un poco de guía, que nos digan qué hacer siempre atrae, de qué vivirían las religiones :p
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte.
Me ha encantado, no podía dejar de leer, Ahora me gustaría que me dijeras algo bonito como has hecho con los demás, y que me digas lo que tengo que hacer.
ResponderEliminarUn beso misterioso y admirante.
Tecla, veo que el encantamiento del érase una vez te trajo a este cuento. Pero me confundes yo no fumo en pipa. Aun así te diré algo bonito siempre que te haga falta. Nos leemos.
ResponderEliminarUn abrazo