viernes, 8 de septiembre de 2017

Reseña: "La línea de sombra", de Joseph Conrad


Autor: Joseph Conrad
Editorial: Cátedra
Traductor: Ricardo Baeza
Valoración: Recomendable

Año de publicación: 1985 


Cada uno tiene sus filias, Conrad es una de mis debilidades. Mientras leo sus libros, no sé por qué, me siento en esa adolescencia/juventud en la que apenas lo hice, es un efecto extraño, pero reconfortante. Cuando leí, no recuerdo en qué libro o artículo, el párrafo siguiente:

«Las sombras se alejaron de mí en silencio. Aquellos hombres no eran ya sino los fantasmas de sí mismos y su peso sobre una driza tal vez no fuese mayor  que  el de un grupo de fantasmas. En verdad, si jamás fue ceñida vela alguna por efecto de una simple fuerza espiritual, ésta lo fue, pues, hablando con propiedad, no había bastantes músculos para ello en toda la tripulación, y menos aún en el mísero grupo que formábamos sobre cubierta.»

No necesité más para desear zambullirme en esta historia, para querer saber qué había ocurrido hasta llegar a esa desoladora estampa. A los pocos días me compré La línea de sombra.

Conrad (1857-1924) me atrae no únicamente por su literatura, sino también por cómo gobernó su vida. Desde los dieciocho años hasta los treinta y siete estuvo enrolado en el mar, empezando como aprendiz y llegando a capitán. En 1889 comenzó a escribir algunas anotaciones que terminarían siendo su primera novela, La locura de Almayer (1895); aunque antes únicamente había escrito cartas, en su hogar sí había una tradición literaria, su padre tradujo, entre otros, a Shakespeare o Víctor Hugo. En 1894, tras decidir quedarse en dique seco, Conrad no se olvidó del gobernalle ni de sus peripecias marineras, las experiencias acumuladas en el mar las rescató para algunos de sus libros. Marinero y escritor. Dos vidas en una.   

La línea de sombra (1916) arranca con la decisión de un joven de abandonar el mundo de la marinería en la que estaba bien considerado. Justo después le encargan, y acepta, ser capitán de un barco; previamente, ha desarbolado una conspiración para escamotearle dicho encargo. Durante la travesía tiene que superar una serie de circunstancias que le hacen cruzar la línea de sombra, el paso de la juventud a la madurez. Conrad escribió el libro cuando se estaba luchando en medio mundo, por eso, dedica el libro a su hijo, Borys, que combatió en la Primera Guerra Mundial y «a todos aquellos que como él han cruzado en su juventud temprana la línea de sombra de su generación».

La historia, narrada en primera persona, salta de un escollo a otro, aunque en ocasiones se hace algo lenta, quedándose al pairo. Puede dividirse en dos partes, la primera abarca hasta que contratan al joven como capitán (un tercio del texto), y se muestra su juventud: ingenuo, seguro de sí mismo y orgulloso. En la segunda parte se narra el periplo, ya como capitán del barco, en el que el protagonista alcanza la madurez. En el transcurso de la navegación le sobrevienen los mayores reveses, gracias a ellos averiguará de qué pasta está hecho, descubriendo su identidad. Este tema de reconocer realmente quiénes somos, de que la vida nos revele nuestro verdadero yo, es recurrente en algunas de las obras de Conrad en las que, repentinamente, hay un giro de timón, una bifurcación en la que el protagonista debe elegir, la decisión retrata a la persona. Este libro, como otros de Conrad, tiene una parte autobiográfica sustancial, en este caso, se trata de una recreación novelada de unos hechos que vivió en 1888, cuando se hizo cargo del velero Otago, su primer mando.

En las obras de Conrad que he leído, junto al protagonista suele haber otro personaje, aglutinando ambos la mayor carga de la novela: Marlow/Kurtz en El corazón de las tinieblas, Jim/Marlow en Lord Jim, D`Hubert y Feraud en El duelo…, la relación entre los miembros del dueto puede ser de contrapunto, complementarios, enemigos… En La línea de sombra esta pareja está más difuminada y la ampliaría a tres, el joven capitán (innominado), Burns y Ransome (cocinero), para no destripar el libro, no desvelo qué relación se establece entre ellos.

En esta obra es destacable cómo se define el perfil psicológico de los personajes; el lector presencia la evolución del carácter del joven capitán, pero al contrario que en otras obras de Conrad no se muestra una persona tan poliédrica, contradictoria y compleja. El estilo, siendo Conrad, es más directo y sencillo, una historia evocada pero lineal cronológicamente, no abundan los párrafos extensos con acotaciones y puntualizaciones entre comas, las subordinadas que matizan o las digresiones que existen en otras obras, tampoco los saltos temporales en la narración. Este libro es, en estos aspectos, menos profundo que sus obras más emblemáticas. Hay que tener en cuenta, por una parte, que pertenece a la última etapa del escritor, publicada en 1916, lejos, por ejemplo, de El corazón de las tinieblas y Lord Jim, publicadas en 1899 y 1900, respectivamente. Por otra parte, en La línea de sombra está explícito el objeto de la narración, el paso de la juventud a la madurez, no así en otras novelas en las que hay que desenmarañarlo.

A las personas que no les atraigan las historias marineras, les animo a leer este libro ya que el mar es, únicamente, el atrezo en el que el joven capitán es puesto a prueba; y, a los que les apasionen los ambientes náuticos, además, les animaría a leer El espejo del mar, homenaje de Conrad a los configuradores de su carácter, tal y como confiesa en el prólogo, «al mar imperecedero, a los barcos que ya no existen y a los hombres sencillos cuyo tiempo ya ha pasado». Por cierto, Conrad incluyó una ‘Nota del autor’ en muchas de sus obras (hay un libro que las recopila), la nota de La línea de sombra aconsejo no leerla puesto que desvela parte de la trama, la añadió a posteriori contestando a ciertas críticas e interpretaciones.

En resumen, La línea de sombra es una obra estupenda para iniciarse en Conrad, y para los que ya lo conozcáis es un muy buen contrapunto a obras más simbólicas y oscuras, como El corazón de las tinieblas, Lord Jim o Nostromo.

8 comentarios:

  1. Muy a mi pesar me dieron ganas de leerlo y eso que me alejo corriendo de las historias de barcos y marineros... jajaja.
    Tal vez me lo plantee. No sé, pero si me aburro iré a por ti :p

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    1. Me alegro! conociendo tus gustos creía que ni te lo ibas a plantear.

      Agradecido por el comentario y la intención ;)

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  2. En tu línea. O sea, muy buena exposición. Haces que me interese leerlo y eso que es un mundo del que amo más la épica que las vivencias de la marinería. Además, si consigues que Castigadora se lo lea, sería para celebrarlo. De él, solo he leído El corazón de las tinieblas y me hizo sentir en un mundo aparte. Fue un libro vivido, sí. Igual me embarco. Gracias. (Me encanta la expresión "quedarse al pairo". Gracias también por eso.

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    1. Jajaja... difícil pones la celebración. Si te gustó El corazón de las tinieblas está obra, aunque diferente, creo que también te gustará.

      Gracias por pasarte!

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  3. Una reseña muy sólida, basada en una lectura muy atenta y concienzuda del libro. Así que quien la lee obtiene una idea muy clara de la novela, y puede decidir si leerla o no con bastante conocimiento de causa.
    Me ha gustado también el uso metafórico que haces de términos marineros, muy adecuado y oportuno.
    No he leído a Conrad, pero sí a Melville, y me parece que tienen muchos aspectos en común. Tomo nota.

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    1. La verdad es que le he dedicado tiempo.... Ni me había planteado su relación con Melville, pero es muy cierto, por ejemplo, en Billy Budd

      Muy contento de verte por aquí, y muchas gracias por la apreciación sobre Melville.

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  4. Preciosa reseña, Javier. Viva Conrad y viva el mar. Y es admirable también cómo a pesar de que el inglés no era su lengua nativa, Conrad lo aprendió e internalizó y es uno de los grandes indiscutibles de la literatura en ese idioma. Aún me acuerdo de un relato suyo, 'The Lagoon', que leí hace 20 años o más, cuando estaba en la carrera. Y de 'Heart of Darkness', qué decir... es una maravilla.

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    1. Sí, es sorprendente que no escribiera en polaco; aunque no tan radical, algo parecido ocurre con el inglés y Nabokov. Totalmente de acuerdo: ¡Viva Conrad y viva el mar!

      Muchas gracias por comentar.

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